SAFO DE LESBOS
Safo
de Lesbos (en griego Σαπφώ) fue una poetisa griega. Pasó toda su vida
en Lesbos, una isla griega. Perteneció a una sociedad llamada thiasos
en donde se preparaba a las jóvenes para el matrimonio. Más adelante
conforma la llamada «Casa de las servidoras de las Musas». Allí sus
discípulas aprendían a recitar poesía, a cantarla, a confeccionar
coronas y colgantes de flores, etc. A partir de sus poemas se suele
deducir que Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones
con muchas de ellas y todo esto la ha convertido en un símbolo del amor
entre mujeres.
La
unión de lo terrenal con lo divino va muy ligado a Safo, pues esta
mantenía una estrecha comunicación con Afrodita, lo cual repercutió de
una manera notable en la personalidad de esta poeta. Podríamos
describirla como una mujer muy femenina, delicada y espiritual, que
trascendió en la historia gracias a esa naturalidad y pureza de sus
versos.
ποικιλόθρον᾿ ὰθάνατ᾿ Αφροδιτα,
παῖ Δίος, δολόπλοκε, λίσσομαί σε
μή μ᾿ ἄσαισι μήτ᾿ ὀνίαισι δάμνα,
πότνια, θῦμον.
ἀλλά τυίδ᾿ ἔλθ᾿ , αἴποτα κἀτέπωτα
τᾶς ἔμας αύδως αἴοισα πήλγι
ἔκλυες πάτπος δὲ δόμον λίποισα
χπύσιον ἦλθες
ἄρμ᾽ ὐποζεύξαια, κάλοι δέ σ᾽ ἆγον
ὤκεεσ στροῦθοι περὶ γᾶσ μελαίνασ
πύκνα δινεῦντεσ πτέῤ ἀπ᾽ ὠράνω
αἴθεροσ διὰ μέσσω.
αῖψα δ᾽ ἐχίκοντο, σὺ δ᾽, ὦ μάσαιρα
μειδιάσαισ᾽ ἀθάνατῳ προσώπῳ,
ἤρἐ ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι
δἦγτε κάλημι
κὤττι μοι μάλιστα θέλω γένεσθαι
μαινόλᾳ θύμῳ, τίνα δηὖτε πείθω
μαῖσ ἄγην ἐσ σὰν φιλότατα τίσ τ, ὦ
Πσάπφ᾽, ἀδίκηει;
καὶ γάρ αἰ φεύγει, ταχέωσ διώξει,
αἰ δὲ δῶρα μὴ δέκετ ἀλλά δώσει,
αἰ δὲ μὴ φίλει ταχέωσ φιλήσει,
κωὐκ ἐθέλοισα.
ἔλθε μοι καὶ νῦν, χαλεπᾶν δὲ λῦσον
ἐκ μερίμναν ὄσσα δέ μοι τέλεσσαι
θῦμοσ ἰμμέρρει τέλεσον, σὐ δ᾽ αὔτα
σύμμαχοσ ἔσσο.
¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Jove
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.